Charlas en el cerrillo quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos interesados en la palabra escrita. Aquí tendrán cabida ideas, pensamientos, opiniones, anécdotas y relatos. Porque muchas veces las ideas más acertadas, los pensamientos más ingeniosos, las opiniones más certeras y las anécdotas más divertidas acaban perdiéndose por no tener un foro donde ponerse negro sobre blanco. También los relatos, cuando no se dispone de editor, terminan arrinconados en un cajón, razón por la cual muchas buenas historias jamás serán leídas.

jueves, 22 de marzo de 2012

Abre los ojos

Primero vinieron a por los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron a por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron a por los católicos, y yo no hablé porque era protestante. Después vinieron a por mí, y para entonces, ya no quedaba nadie que hablara por mí.   (Martin Niemöller, 1945)

Estos versos de Niemöller sobre los nazis en 1945, falsamente atribuídos a Bertolt Brecht, demuestran bien a las claras que la pasividad sólo puede llevarnos al desastre.  Vienen a cuento porque son muchas las cartas al director en diferentes periódicos, de supuestos trabajadores, contrarias a la convocatoria de huelga del próximo día 29 de marzo.  Esos trabajadores no la creen necesaria porque los recortes en materia laboral y social aprobados por el gobierno del sr. Rajoy no les afectan, no han sido tan drásticos como esperaban o porque los sindicatos convocantes no hicieron nada contra el gobierno del sr. Zapatero que fue el que nos metió en la crisis.
Esas cartas dejan claras dos cosas, que los ataques contra los sindicatos lanzados desde los medios de comunicación de la extrema derecha han dado sus frutos y que cuando el dictador escribió su discurso póstumo donde aseguraba dejarlo todo atado y bien atado, lo hacía con conocimiento de causa. De los sindicalistas podemos hablar y no parar, hay de todo, como en botica, pero si no existieran los sindicatos, habría que crearlos, porque es la única fuerza reivindicativa de los trabajadores está en la unión, el empresario tiene suficiente con la reforma laboral.  En cuanto al legado político del Dictador está más que claro, ha dejado un pueblo no sólo apolítico, sino contrapolítico, por lo que no es de extrañar que los argumentos de los mal llamados apolíticos coincidan siempre en defender ideas retrógradas y de derechas.  Pero un país que odia la política, que se vanagloria de no entenderla, que está siempre contra los políticos, es un país analfabeto, un pueblo que sucumbe frente a los engaños.
Este es un país donde los trabajadores se jactan de ser de izquierdas por el simple hecho de pertenecer a la clase trabajadora pero que votan a la derecha porque promete mejores mejoras sociales que la izquierda, promesas que aunque incumplen sistemáticamente les reportan beneficios electorales al reconocerle la valentía de haber mentido por el bien del país, ¿por qué la mentira en los políticos de la derecha genera confianza entre el electorado y la medio verdad se convierte en una losa para la izquierda?
Desengañémonos, las políticas sociales del PP y del gobierno del sr. Rajoy no van encaminadas al bien del país, sino al de una clase social que durante las últimas décadas del siglo pasado y la primera de éste había perdido ciertos beneficios de clase, si les interesara el bien común, el de la Patria, que ellos dicen, perseguirían el fraude, la especulación y el latrocinio, y no se ensañarían con las clases populares.  La derecha española es, de lejos, la más reaccionaria de Europa porque en su seno acoge desde la democracia cristiana a la extrema derecha, y parece que su fin último consiste en desmontar el sistema social y político conseguido en los últimos cuarenta años con grandes esfuerzos de todos los ciudadanos. Primero introduce medidas impopulares que afectan a un número escasos de personas, luego aumenta la presión paulatinamente en forma de recortes en prestaciones y servicios, y finalmente terminará afectando a la totalidad de la población que ya acostumbrada, y aterrada, permanecerá inmóvil y no sabrá enfrentarse a la abversidad.
Por eso, a los trabajadores que no creen en los sindicatos, ni en la huelga, ni en las movilizaciones porque... tal y como están las cosas, sólo podemos empeorarlas, resulta oportuno recordarles el final del poema de Niemöller: y cuando vengan a por tí, quién hablará por tí.
¿Qué habría sido de nosotros si Marcelino Camacho, Nicolás Redondo y otros sindicalistas anónimos, en los tiempos de la Dictadura, hubieran pensado como muchos de los trabajadores de hoy en día?  Cuando reformen la ley de huelga, que lo harán, ¿cuántos saldremos a las calles para defenderla?  

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