Charlas en el cerrillo quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos interesados en la palabra escrita. Aquí tendrán cabida ideas, pensamientos, opiniones, anécdotas y relatos. Porque muchas veces las ideas más acertadas, los pensamientos más ingeniosos, las opiniones más certeras y las anécdotas más divertidas acaban perdiéndose por no tener un foro donde ponerse negro sobre blanco. También los relatos, cuando no se dispone de editor, terminan arrinconados en un cajón, razón por la cual muchas buenas historias jamás serán leídas.

lunes, 7 de octubre de 2013

De regreso

Tampoco es que me hubiera ido, pero sí, he estado largo tiempo sin aparecer por el Cerrillo. Tenía la esperanza de que las cosas habrían mejorado con el tiempo, pero he podido comprobar que, lejos de mejorar, han empeorado. Habrá quien diga que este humilde bloguero dispara siempre contra el gobierno porque es de derecha. No, si critico sus decisiones no es por su ideología, sino por lo arbitrarias que son sus decisiones económicas y sociales, porque siempre recaen sobre quienes tienen menos. El gobierno del PP se muestra implacable con los débiles y sumiso con los poderosos, lo que tampoco puede considerarse ninguna novedad. Como no podía ser de otra manera, pisotean a los enemigos y halagan a los amigos. 
Alguien dijo que uno puede nacer pobre, pero si muere pobre es porque no se ha esforzado lo suficiente para abandonar la miseria. Y eso mismo deben pensar en el PP, nacimos pobres pero vamos a ser los más ricos del cementerio. Por lo mismo, se suben el sueldo un 28% en los presupuestos del 2014, ellos y sus conmilitones, los políticos, mientras recortan en todos los programas sociales habidos y por haber. Ah, y se lo suben más del 40% a los militares. Vaya, tienen que mantener bien pagados a sus defensores, y los nuestros, por si un casual. 
Y por si eso de la Independencia de Cataluña se desmadra, que esa es otra. Porque el diálogo de sordos establecido entre Rajoy y Mas, Mas y Rajoy, que tanto monta, monta tanto, está llevándonos a un callejón sin salida donde finalmente nos espera el abismo. Y eso hay que reconducirlo por la vía de la negociación y el entendimiento, porque otra cosa no cabe. Uno dice que le legitima la razón, el otro la ley, y ambos pueden estar en lo cierto, pero ambas legitimaciones, aunque no son contrarias, son contradictorias y, por ahora, cada uno conduce su tren que circula por una única vía y en sentido contrario, dos trenes destinados a chocar si antes nadie encuentra un apeadero donde puedan cruzarse sin el desastre de los hierros retorcidos. Y, aunque ellos no lo crean, el diálogo en ningún caso representa un fracaso, ni una pérdida de fuerza, por el contrario, diría mucho de la inteligencia de ambos presidentes. 
Sea el destino final cual que sea no se alcanzará a fuerza de bravuconadas. Esas demostraciones de testosterona acumulada en los bajos solo contribuyen a exacerbar a los votantes de uno y otro bando. Tal vez sea ese el fin perseguido, perpetuarse en el poder a base de engaños y corruptelas; y, mientras nosotros salimos a la calle con banderas, para hacer vía, ellos nos clavan las banderillas con sus decretos y leyes. Decretos y leyes que nos devuelven a los años setenta y ochenta: menos prestaciones sociales, peores derechos civiles y laborales y sueldos más bajos. Todo con el propósito de corregir unas cuentas en caída libre que sólo se recuperarán cuando el dinero vuelva a fluir.
De esta no saldremos recortando sueldos, ni empleos, ni prestaciones sociales. Sí claro, la macroeconomía puede mostrar resultados esperanzadores, pero lo importante son las economías familiares. Y esas, por el momento, no muestran indicios de recuperación.
Yo, por lo pronto, he decidido dejar de comprar productos alemanes. No servirá de nada, pero me reconforta pensar que si la señora Merkel insiste en que me apriete el cinturón sus industrias no verán un euro mío.