Todos aquellos que hemos estado alguna vez frente a un juez salimos con la sensación de haber sido tratados injustamente, sobre todo quienes carecen de recursos económicos, porque recurrir a la Justicia resulta caro, muy caro. Y no es solo lo que cuesta económicamente, es la sensación de impotencia frente a quien se cree infalible y con poder absoluto para hacer y deshacer a su antojo. Un hombre con toga puede condenar a la pena de cárcel a un desgraciado en paro, que cobra únicamente los 400€ de la ayuda, por el imperdonable delito de no pagar la pensión alimenticia de sus hijos; aprobar costas judiciales para una sentencia que él mismo dictaminó que no procedían; desahuciar a familias pobres porque no abonan las cuotas abusivas que les impuso la entidad crediticia y condenarles a seguir pagando los plazos después de haberles quitado la vivienda; absolver a un violador porque las víctima vestía tejanos , argumentar que cincuenta puñadas asestadas por un asesino no son ensañamiento, etc, etc. Un juez puede hacer lo que quiera, cuando quiera y donde quiera. Siempre que sea de la casta.
La Justicia es un cachondeo, dijo el alcalde de Jerez hace muchos años. Lo era y lo sigue siendo. No dudo de que la gran mayoría de los jueces son honrados y cumplen con su trabajo, pero lo que transmite el colectivo, ay, es que sirven a los intereses de los de arriba contra los de abajo. Ahí tenemos el ejemplo de su máximo representante, Carlos Dívar, con sus semanas caribeñas y su utilización del dinero público para uso privado. El funcionario público mejor pagado del Reino malgastando el dinero de todos para pagarse hoteles de lujo en la Costa del Sol. Y sí, Carlitos, un hotel de 4 estrellas es de lujo, por si no lo sabías, un lujo que ninguno de los 5.500.000 parados no podrá permitirse nunca, ni la gran mayoría de trabajadores del Reino tampoco. Y no, no son excusa los escasos 18.000€ que muchos trabajadores no cobran en todo un año de duro trabajo. La malversación de fondos públicos, sea cual sea la cuantía, es delito, y el cohecho impropio también, aunque los tribunales, sus subalternos, don Carlitos, no lo condenen.
Las comidas para dos, son difícilmente justificables como institucionales, y no es admisible que el día de Reyes, fiesta en todo el país, cenara con el dinero de los españoles. Si no tenía con quién cenar, podía haberlo hecho en casa, solo.
La dimisión es una opción, pero el cese fulminante, por el daño que se le ha causado a la institución que representa, sería lo más acertado. Claro que don Mariano, el recorto, tiene otras preocupaciones más acuciantes: intentar convencernos de que su comportamiento frente a los mercados es ejemplar y heroico. Si no fuera por lo que es, sería para partirse de risa.
La dimisión es una opción, pero el cese fulminante, por el daño que se le ha causado a la institución que representa, sería lo más acertado. Claro que don Mariano, el recorto, tiene otras preocupaciones más acuciantes: intentar convencernos de que su comportamiento frente a los mercados es ejemplar y heroico. Si no fuera por lo que es, sería para partirse de risa.