Charlas en el cerrillo quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos interesados en la palabra escrita. Aquí tendrán cabida ideas, pensamientos, opiniones, anécdotas y relatos. Porque muchas veces las ideas más acertadas, los pensamientos más ingeniosos, las opiniones más certeras y las anécdotas más divertidas acaban perdiéndose por no tener un foro donde ponerse negro sobre blanco. También los relatos, cuando no se dispone de editor, terminan arrinconados en un cajón, razón por la cual muchas buenas historias jamás serán leídas.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Lobos con piel de cordero

De que son lobos disfrazados de corderos no cabe la menor duda.  El conseller de sanitat, Sr. Boi, procede de la patronal de Sanidad Privada, y el director del ICS (Institut Catalá de Salut), Sr. Prat, lidera un gran holding sanitario privado, cargos que compatibiliza, ¿por su gran capacidad de trabajo?  Seguramente no. Su nombramiento por parte del Presidente de la Generalitat responde al modelo sanitario que CIU viene desarrollando para Cataluña desde los tiempos del President Pujol: la gestión privada de los recursos públicos.
Todos recordaremos el cuento de Caperucita Roja, engañada por el lobo que se disfraza de beatífica abuelita para zampársela de dos bocados. Eso es lo que están haciendo con el legado recibido, acabar con el en dos dentelladas. De ahí que se nombre gestores de los intereses públicos a dos responsables de la patronal del sector. Esos nombramientos, si no ilegales, por lo menos representan un problema ético, porque van a trabajar con información privilegiada sensible para los sectores que representan, lo que más a corto que a largo plazo, generará beneficios para sus patrones.
De momento su gran logro ha sido confundir a la opinión pública asegurando que el Estado no puede soportar un sistema sanitario como el actual, el lobo disfrazado de dulce abuelita. Según todos los aduladores del liberalismo la gestión privada es más efectiva que la pública y produce más beneficios y más puestos de trabajo ¿?, por lo mismo, en Cataluña, donde las mutuas sanitarias han sido instituciones históricas, nunca ha fracasado La Alianza, y el Hospital General de Cataluña, instigado por las instituciones y la inteligentzia catalana, se ha convertido en un hospital de referencia mundial, y son varios los casos de dobles contabilidades que ahora no vienen a cuento.  Lo único cierto es que el sistema que proponen desde CIU sigue siendo el mismo de siempre: la salud para quien se la merece, y los beneficios también, y si son conmilitones mejor.  Abuelita, abuelíta que grandes orejas tienes; son para oírte mejor.
Gestionar bien no es un problema público o privado, gestionar bien es propio de gentes honradas y comprometidas, de acabar con el despilfarro y con los abusos, con las dobles contabilidades y con el nepotismo.  ¿Por qué un médico gestiona bien en la sanidad privada y despilfarra en la pública? Simplemente porque en la pública existe la idea de que los recursos son ilimitados y la cartera siempre está repleta, nadie se para a pensar de dónde procede el dinero.  En la privada, donde si no hay dinero, no hay recursos, se deciden los gastos en función de los beneficios, nunca en función de los deseos del paciente.  Abuelíta, abuelíta, que uñas más largas tienes; son para rascarte mejor.
La catalana es una vía que desde Madrid observan con interés.  De hecho, en Castilla la Mancha ya se ha anunciado la privatización de varios hospitales públicos.  Es decir, se van a entregar infraestructuras ya terminadas y en funcionamiento al sector privado, ¿a qué coste?  Desde mi ignorancia, esta actuación puede calificarse de despilfarro, porque los millones de euros invertidos en la construcción y puesta en marcha no van a recuperarse nunca.  Claro que, la política del PP parece ser una continua campaña de imagen.  Se anuncia a bombo y platillo la subasta del parque automovilístico del gobierno anterior, pero nada se dice de que han doblado la plantilla de conductores, porque no se fían de los funcionarios que hasta hace un años transportaban a los cargos públicos y han nombrado a personas de su confianza.  Abuelita, abuelita, que dientes más largos tienes; es para comerte mejor.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Alegría

Escribía Julián Marías en el dominical de El País del domingo pasado un alegato para recuperar la alegría de vivir en estos tiempos que corren, al cual me sumo.  No es sólo porque estamos en tiempo de Navidad, no estoy de acuerdo con la felicidad impuesta por el calendario, si no porque, de no hacerlo, nos hundiremos en la esquizofrenia definitivamente.
Parece que estamos cayendo en picado en lo que respecta a derechos sociales.  Y han conseguido hacernos creer que somos los únicos responsables de todo lo que ha ocurrido desde que estalló la crisis, incluso de la crisis misma.  En el plano social y económico parece que no haya salida posible a no ser que nos ajustemos el cinturón.  Lo irónico de la situación es que sólo deben apretarse el cinturón los más débiles.  Bancos, grandes fortunas y especuladores, únicos desencadenantes reales de la situación, por su infinita avaricia, no sólo no han recibido el menor castigo por haber llevado a muchos países a la ruína para varias generaciones sino que esperamos de ellos que nos salven del desastre, además podrán disfrutar de los inmensos dividendos tranquilamente, porque los dirigentes y los gobiernos, sin excepción, decidieron en su momento socializar todas las pérdidas, cosa que nunca hicieron, ni harán con los beneficios.
Por otro lado, ahora que el nuevo gobierno español ha cogido la llave de la caja, se ha extendido entre la población el mayor de los pesimismos.  Todos, o prácticamente todos, esperamos unas medidas de ajuste duras que alcanzarán, sobre todo, a quienes vivimos de un sueldo y que, a no dudarlo, se cebarán con los más necesitados: parados, enfermos y ancianos.  Para eso los tertulianos de las diferentes TDT han venido martilleándonos con la idea de que, quien no vive de subsidios, estafa a la empresa y al país con bajas ficticias, huelgas innecesarias organizadas por sindicalistas corruptos y jubilaciones anticipadas y fraudulentas, por lo que, si hemos llegado donde hemos llegado, ha sido por culpa de los asalariados, que somos vagos y maleantes, y no por la corrupción de los cargos políticos, la avaricia de los banqueros y la especulación del gran capital.
Es hora por tanto de reivindicar la alegría de vivir, de celebrar las buenas noticias aunque sean escasas, de no asustamos, de no esconder la cabeza en un agujero hasta que lleguen tiempos mejores. Tenemos que reír, tenemos que alegrarnos, tenemos que celebrar todo lo posible para que comprendan que no nos han anulado, que tenemos poder de reacción y que vamos a reaccionar.  
Escuchar la sonrisa del esclavo es la peor noticia que puede recibir el amo, porque esa risa supone que no le han anulado como persona sólo han cercenado su libertad temporalmente.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Gracias, Honorable

Contaba Gila, en uno de sus memorables monólogos, que una vez se encontró dos tipos forzudos pegándole una paliza a un hombre más bien enclenque y, como no podía aguantar semejante vileza, no tuvo más remedio que participar en la pelea y, entre los tres, le dieron su merecido al pobre hombre.
El president de la Generalitat parece haber interiorizado el monólogo giliano y sigue pegándoles fuerte a los más débiles, no sólo porque se lo merezcan, sino porque son los únicos que no van a devolverle los golpes.  Recortar en Educación y Sanidad no tiene mérito, todos sabemos que los niños catalanes (y españoles) tienen un alto índice de fracaso escolar y, por lo tanto, subiendo las tasas alejará de las aulas a los hijos de los trabajadores; en cuanto a la Sanidad mejor cobrarles las recetas a los enfermos crónicos y a los jubilados, a ver si no pueden pagar los medicamentos y se mueren unos cuantos, de paso se acaba con las listas de espera y se arreglan un tanto las arcas del Estat.  Y vamos a cobrarles a los incautos turistas tres euros de nada por cada noche que pernocten en la adorada Cataluña, que visitarla bien merece rascarse el bolsillo, ella a cambio nos regala sus paisajes y sus playas, un experimento económico que fracasó en la Islas Baleares, por cierto.
No se le ocurrirá al Muy Honorable enfrentarse a los que más tienen recuperando, por ejemplo, el impuesto de sucesiones, no vaya a ser que se enfaden los vecinos y le echen del barrio, un suponer; ni recortarse su propio sueldo, más elevado que el del Presidente del Gobierno de España, ni el de los Consellers, más alto que el de los ministros españoles.  Eso son minucias que no inciden en el déficit del estado.  Ni pensará en establecer una tasa sobre las transacciones no vaya a ser que dejen de especular, ni en nuevos impuestos para las grandes fortunas, no vaya a ser que se lleven el dinero a los paraísos fiscales.
Recortar más y más derechos a los más necesitados sólo puede desembocar en una mayor recesión, como ocurrió en los Estados Unidos después del Crack del 29.  ¿Tendremos que esperar, como los norteamericanos, hasta la aparición de un FDR (Franklin Delano Roosevelt), catalán o español, para que, con un nuevo New Deal, nos devuelva la ilusión?

martes, 20 de diciembre de 2011

Por los pelos

Ay, don Mariano, don Mariano, qué gran oportunidad de mostrarse como un verdadero demócrata ha perdido. La decisión de premiar a UPyD con grupo parlamentario propio y castigar a Amaiur sin él no dice mucho en su favor, si ninguno de los dos partidos ha conseguido el 15% legalmente necesario, ha sido únicamente política. Concederles el favor a los amigos, hay quien dice que UPyD es la marca blanca del PP, y negárselo a los enemigos, por separatistas, resulta más propio de los regímenes autoritarios que de los estados de derecho, y remite a otro gallego de infausto recuerdo para los progresistas españoles. Aunque sigue con la boca cerrada, para que no entren moscas, supongo, empieza a dar muestras del autoritarismo que ha caracterizado siempre a la gente de orden cuando tiene la sartén por el mango. Durante cuatro años, por lo menos, va a poder hacer y deshacer, más bien lo último a su libre albedrío, porque no precisa ayuda de nadie para sacar adelante cuantas leyes se le antojen.  Esa es la grandeza de las votaciones, conceden el poder a quien la mayoría decide, pero ese poder no es omnímodo, está, o debería estar, vigilado por los votantes, por los periodistas, la oposición y las leyes, no puede ejercerse según los caprichos de quien lo detenta, por eso la negación de grupo parlamentario para Amaiur suena a revancha y a estrechez de miras.
El terrorismo vasco lleva años retrocediendo, perdiendo militantes y apoyos, gracias a las acciones policiales y a las iniciativas políticas.  Cualquiera de las dos opciones por sí sola resulta insuficiente, sólo la acertada combinación de ambas puede acabar con él, y el primer paso, aunque resulte doloroso, tendría que haber sido el reconocimiento de unos diputados que representan a más de trescientos mil vascos, independentistas, si, pero, mientras no consigan separarse políticamente del Estado español, son súbditos del Reino de España, y votan al Presidente del Gobierno de España, a pesar de que hayan votado a otro candidato, señor Rajoy.
Y si se decide optar por la legalidad, como quiere dar a entender, ni Amaiur ni UPyD deberían tener grupo parlamentario, porque, lo que han hecho en el Congreso induce a sospechar que sus decisiones políticas estarán basadas en: todo para los amigos y al enemigo ni agua.  Tal vez, digo, tal vez, cuando se trate de privatizaciones tendremos que sospechar que se aplicará el mismo rasero.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Troleros


¿Por qué le importa tanto al presidente de la Patronal el número y el sueldo de los funcionarios si carece de competencia sobre ellos?  ¿No será que ambiciona para la empresa privada las labores que ellos prestan?  Porque funcionario no es sólo el que está detrás de la ventanilla para repetir una y otra vez el vuelva usted mañana, que popularizo un tal Mariano, no, ese no: Mariano José de Larra. Funcionarios son los médicos del sistema nacional de salud, los maestros del sistema nacional de educación, los policías de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, los carteros, los bomberos, etc., etc.  Todas esas son funciones que pretenden acaparar.   Por eso, el Sr. Rosell, quiere recortar su número y su nómina.  No porque sobren, no porque sean caros para el sistema, si no porque cuando privaticen esas funciones los nuevos dueños obtendrán mayores beneficios.  Quieren hacernos creer que todo el sistema público está sobredimensionado, cuando no duplicado en aquellas Comunidades con los servicios transferidos, y no es cierto.  Se trata, una vez más del juego de los trileros: muestran la bola antes de estafarnos.
El sistema nacional de salud tiene defectos, por supuesto, pero según todos los expertos resulta mucho más barato a las arcas del Estado que el de EE.UU, paradigma de la libre empresa, tiene más cobertura y resulta más eficaz para el ciudadano.   Lo mismo ocurre con la educación, tan denostada, pero tan necesaria, como muy bien expresan los manifestantes madrileños: la educación no es un gasto, es una inversión.  Y lo mismo ocurre con todos los gastos sociales.
En Madrid anuncian el cierre de las narcosalas por problemas de financiación.  Bien, pero  cuando los drogodependientes dejen de recibir sus dosis de metadona gratis, tendrán que echarse a la calle para conseguir dinero para las drogas que precisen, además, no se esconderán en las narcosalas inexistentes para administrársela y lo harán, como antaño, en la vía pública a la vista de todos.  Por tanto, aumentará la inseguridad ciudadana y se necesitarán más policías, pero sin dinero.... ah.
En Castilla la Mancha, se cierran las casas de asistencia para mujeres maltratadas y se suspenden las ayudas económicas porque no hay dinero.  Bien, pero qué pretenden hacer con las mujeres desesperadas cuya única esperanza de seguir vivas reside en abandonar su hogar, ¿las mandarán de regreso a sus casas, junto a su maltratador?... eps.
Si se retiran las ayudas económicas a las familias con personas dependientes, porque tampoco hay dinero, ¿quién las cuidará?... oh.
Existe un buen número de ayudas sociales que no generan dinero, pero que resultan imprescindible para una sociedad como la nuestra.  Si esos servicios desaparecen los gastos  sociales, y también económicos, que generarán pueden hacerse insoportables, no tanto para las familias, como para la sociedad en general.  Tal vez el Estado debería dejar de mirarse tanto en el espejo de los especuladores y dedicarse a gestionar los recursos de que dispone y, en última instancia, por muy impopular que pueda resultar, revisar la carga impositiva que corresponde a cada ciudadano, porque es incomprensible que quienes más tienen sean los que menos aportan a las arcas comunes.  La justicia impositiva es una necesidad en estos tiempos de crisis.  No abordar ese principio puede conducirnos a una sociedad cada vez más injusta y más conflictiva. La privatización de los servicios no los abaratará, en cambio producirá desigualdades insalvables entre quienes pueden acceder a ellos.  Sólo quien disponga de dinero podrá permitírselos, los demás tendrán que acudir, como ocurría a principios del siglo pasado, a la beneficiencia.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Mardito parné

Una de fusiones: A3 y LaSexta anuncian su compromiso.  El grupo Planeta está a punto de cerrar un acuerdo con LaSexta para fusionarse.  Así, después de la unión de Cuatro y Tele5, el monopolio de la información televisiva española estará en manos de la derecha, la derecha y los Gobiernos Central y Autonómicos (de derechas), ayudados por las TDT (ultraderecha).  Menudo panorama de actualidad nos espera. Si hoy en día resulta prácticamente imposible encontrar un noticiario veraz e independiente, dentro de unos meses será misión imposible.
Pero, he aquí que los nuevos amos de la cosa televisiva pretenden mantener en su parrilla televisiva aquellos programas considerados de izquierdas para no perder los espectadores que comulgan con ese ideario (cada vez menos, la verdad).  Y si lo hacen, no es por que piensen que todas las ideas tienen cabida dentro de la información y el entretenimiento, si no porque entienden que erradicándolos de un plumazo ponen en peligro los índices de audiencia y, lo que es mucho más doloroso, posibles ingresos procedentes de la publicidad.
El dinero es lo que tiene, carece de ideología.  Con tal de incrementar el capital no importa mantener en pantalla unos cuantos programas críticos, porque dispondrán de muchas horas de programación para lavar el cerebro a quienes permanezcan fieles a LaSexta gracias a esos programas.  Y mientras ellos se forran a nuestra costa, nosotros seguiremos tragándonos programas basura, tertulias indigestas, películas violentas y noticiarios terroríficos que tratarán de asustarnos con el futuro que nos aguarda si no sucumbimos a las presiones, y reescribiendo la historia, porque ya se sabe que la historia la escriben los vencedores y no es de recibo que el inculto populacho se cuestione por qué la derecha más reaccionaria de Europa gobierna con sus votos.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Avaricia

Ahora va a resultar que la mejor forma de acabar con el paro consiste en volver a la esclavitud.  Frau Merkel, con la anuencia de monsieur Sarkozy y la inestimable participación del señor Rajoy, propone para España la creación de miniempleos, aunque lo más apropiado sería hablar de minisueldos.  Esa es una estrategia empresarial que se puso en marcha en Alemania y que, al parecer, todavía funciona, sólo que a los empresarios alemanes se les pedía el esfuerzo de pagar el tanto por ciento necesario para que, quienes se acojan a tan maravilloso contrato, dispongan del derecho a la sanidad y al desempleo. Sin embargo, para los países pobres del sur de Europa no se prevé tanto esfuerzo empresarial, han de ser los propios miniasalariados quienes decidan si destinan una parte importante de su sueldo a pagar esos servicios o a la manutención.  La elección parece fácil, lo primero es lo primero: la comida.  
Una de las escasas ventajas sociales es el salario mínimo interprofesional, un sueldazo de 641 euros, 240 euros más que los propuesto por la Matrona Alemana, una diferencia que puede arruinar a más de un empresario si los trabajadores, y sus devaluados representantes, no entienden que el futuro de la economía europea depende del acatamiento y la sumisión.  Duele escuchar a trabajadores en paro decir que esa puede ser una solución factible, no tanto porque representa un retroceso en los derechos laborales, si no porque proporciona argumentos para nuevos recortes salariales.
No es cierto que los costes salariales sean la causa principal de la falta de repunte de la economía.  Es una mentira que a fuerza de repetirse está empezando a convertirse en una verdad.  La causa principal reside en el descenso del crédito mercantil.  Las empresas no tienen recursos económicos porque la banca ha cerrado el grifo del dinero fácil a los particulares y a las empresas.
Y, si el dinero no circula, termina contrayéndose todo el sistema económico.  Nos encaminamos hacia la recesión a menos que los responsables de las políticas económicas admitan que una clase media numerosa es necesaria para mantener el mercado.  Si continúan recortando sueldos, y aumentando las distancias entre los ingresos de los más ricos y los más pobres, llegará un momento en que sólo se gastará en lo estrictamente necesario y, por tanto, lo superfluo, la mayoría del gasto corriente de las familias de clase media, terminará por abandonarse.  Es posible, como parece estar ocurriendo actualmente, que aumenten las ventas de productos de lujo, pero será cada vez menor el número de personas que puedan consumirlos.
Aceptar la reducción el salario por debajo del mínimo puede representar pan para hoy y hambre para mañana.  ¿Quién puede sobrevivir con 400 euros mensuales?  ¿Quién va a gastar un euro en productos innecesarios?   

sábado, 10 de diciembre de 2011

La calle de Arai


            La calle de Arai ya no es la que conocí cuando llegué a Barcelona, una calle corta, estrecha, sombría y sucia que partiendo desde la de Escudillers muere en la de Aviñó en apenas cincuenta o sesenta metros.  Le ha nacido una plazoleta en su arranque, más que una plaza un triángulo, surgida sobre las ruinas del edificio decimonónico que allí existía, derribado antes de que se viniera abajo por el paso del tiempo y el abandono.  A simple vista puede parecer una calle más amable porque han desaparecido los bares de alterne y la peluquería donde se peinaban y repeinaban las putas antes de abrir su negocio.  Ahora, hasta el sol se permite calentar los adoquines por unos minutos, no muchos, los suficientes para evaporar la orina de los borrachos que continúan, estos sí, meando donde les aprieta.
            A finales de los sesenta no demostraba la menor amabilidad con quienes la transitábamos.  No la demostraba ni de noche ni de día, pero menos en la sombra.  En tan pocos metros coexistían dos bares de alterne, dos tugurios en los que los hombres daban rienda suelta a sus frustraciones y los niños teníamos prohibida la entrada, aunque aguzábamos el ingenio para espiar el interior a través de las puertas batientes, como las de los salones del lejano oeste.  Aprovechábamos las idas y venidas de los clientes para echar una ojeada porque, donde no llegaba la vista, alcanzaban la imaginación y las hormonas.  En aquella España beata y reprimida, vivir frente a un puticlub me proporcionó una jerarquía que, a posteriori, sería perjudicial pero que, por unos meses, me convirtió en el rey del mambo, y eso que había sido el último en llegar.  Los demás pillastres no eran mucho más antiguos en el barrio, sólo Jordi Alba, a quien en la escuela llamaban Jorge y nosotros El Catalán, había nacido en una de aquellas callejuelas, todos los demás pertenecíamos al aluvión.  La pandilla estaba formada, además, por el Gaditano, el Maño, el Gitano y yo: el Siberiano.  No consigo recordar sus nombres, pero los motes, y las caras, nunca se han borrado, permanecen grabadas con buril en mi cabeza. El Gitano, tampoco era de esa etnia, cargaba con el mote por la pinta, calcada a las de los bailaores de Los Tarantos, copiaba tanto sus andares como el corte de pelo.  El Maño, había nacido en una aldea de Teruel, simplemente era guapo, y encajaba en todos los ambientes como un guante, nunca nadie se preguntó qué hacía un muchacho como él en un lugar como ése.  El Gaditano tampoco era gaditano, ni siquiera andaluz, era de un pueblo de Murcia, y si le llamábamos El Gaditano era porque nunca se separaba de El Maño.  A mí me decían el Siberiano porque nací en la Siberia extremeña.  Ese fue el origen de mi mote y el motivo de mi primer castigo en la nueva escuela.  El maestro, al que no se le podía nombrar ni país ni región que estuviera más allá de los Pirineos donde, según repetía sin cesar, confluían todos los vicios del mundo, tomó por burla su ignorancia y confundió la comarca pacense con el extremo de Asia, desterrándome al pasillo durante mi primera hora en su clase.  Luego conocí el motivo de que la manga derecha de su camisa colgara vacía y le perdoné.
            Por las tardes, al finalizar las clases, recorríamos las calles sin rumbo fijo, hasta que nuestros padres regresaban de sus trabajos.  Íbamos de aquí para allá, mirando escaparates, nos extasiábamos mientras los pollos se doraban delante de las brasas en Los Caracoles, remolones pero atentos a lo que pudiéramos agenciarnos y espiábamos los tugurios, por si veíamos algo más que las cortinas de terciopelo rojo.  Aunque nuestro pasatiempo favorito consistía en intentar descubrir a los recién llegados entre los transeúntes. 
            Algunas tardes nos aventurábamos hasta las Ramblas, límite de nuestras correrías impunes, por si coincidíamos con algún personaje del papel cuché, pues era vox populi que en el Cosmos se hospedaban actores y toreros.  El Maño insistía en que él había visto allí al mismísimo Simón Templar, El Santo de la tele, todos pensábamos que era mentira porque, aunque lo hubiera visto, ¿cómo iba a conocerlo, si ninguno de nosotros tenía televisión?  A quien sí vimos una vez, de soslayo, fue al Cordobés vestido de luces, subiéndose a un Haiga, rodeado de admiradores.   Matábamos la espera mirando el escaparate de una tienda de objetos militares de la plaza del Teatro, con la nariz pegada al cristal la imaginación infantil volaba desde la gorra de plato al casco de acero, de la insignia de infantería, a la de ingeniería y la de caballería, de la espada a la guerrera, al tabardo, al quepis, a la laureada de San Fernando y al águila imperial, hasta que salía el dependiente y nos despachaba con grandes voces y muchos aspavientos, para asustarnos y llamar la atención de los posibles clientes.  El tipo se las sabía todas. 
            Mis padres tenían realquiladas dos habitaciones en un bajo que disponía de un enorme patio interior y que, además de recoger los enseres más absurdos lanzados por los desaprensivos vecinos, me permitía invitar a la panda y jugar a casi cualquier cosa.  No había impedimentos, siempre que no molestara la algarabía.  La casa recibía muchas visitas, casi todos conocidos del pueblo.  Uno de los habituales era Damián, que siempre llegaba con algún regalo, cuando no caramelos, bombones y, a veces, flores para mi madre.  Damián era un joven apuesto, domaba su pelo rebelde con gomina aunque ya empezaba a estar demodé, y vestía con gusto.  Siempre creí que trabajaba en un banco, porque el mozo manejaba pelas, si no de qué, que decía el Catalán.
            Las visitas de Damián eran frecuentes.  Muchas noches se quedaba a cenar.  Mi padre pensaba que esas visitas demostraban su interés por mi hermana Isabel, pero no.  A Damián quien le gustaba de verdad era la Criolla.  Una fulana que trabajaba en uno de los burdeles de enfrente.  Lo adiviné porque antes de entrar en casa, se daba un garbeo por el bar, una vez les vi bajar juntos de un taxi y, cuando Damián me mandó con un paquete a la calle Conde Hospital, lo confirmé.  El paquete era para una tal Virtudes, la Criolla en persona salió a recogerlo, porque el que abrió la puerta no quiso hacerse cargo.  Aunque iba en bata y sin maquillar, la reconocí.  Supe que era ella nada más verla.  ¿Qué podían tener en común los dos pollos si no era un lío?  No podía existir otro vínculo.  La Criolla era una mujer como pocas y Damián, por mucho que se endomingara,  un pelagatos.  Con la cara lavada y recién peiná, la Criolla parecía otra, podía pasar por ama de casa, dependienta, hermana, prima o novia de cualquier desgraciado.  Pero la Criolla era la novia de Damián.  Porque no era ni la hermana, ni la prima, de eso estaba seguro.
            Virtudes la Criolla recogió el paquete sin demostrar emoción, ni siquiera me miró cuando depositó una moneda de cinco duros en mi mano, yo sólo era el recadero, no merecía atención.  Regresé más contento que unas castañuelas, cinco duros representaban una fortuna, nunca había dispuesto de semejante capital.  Cada vez que había hurgado en el monedero de mi madre jamás sustraía más de dos, tres, cinco pesetas a lo sumo, porque mi madre recordaba cuantas monedas tenía.  La confianza mató al gato, el día que me atreví a robarle más, descubrí su extraordinaria memoria.  Durante la cena y, como si no lo supiera, preguntó al albur quién le había cogido diez pesetas del monedero, un duro, tres pesetas y cuatro monedas de cincuenta céntimos.  Mientras yo buscaba una respuesta plausible en el fondo del plato, el pescozón de mi padre me obligó a confesar.  Pero cinco duros, vaya chorra.  
            Días después de la excursión a la calle Hospital, vino a casa un policía que no mostró identificación, ni nadie se la exigió porque tenía toda la facha de un secreta, le delataban el sombrero, el cuello alzado de la gabardina y la colilla extinta de un Faria.  Hizo muchas preguntas, sobre todo le interesaba saber de Damián, dónde vivía, para quién trabajaba, cuántas veces venía por casa, y la relación que mantenía con Virtudes Pérez García, alias la Criolla.  Yo, medio escondido detrás de mi padre, estrujé las dos monedas de duro que me quedaban de la propina dentro del bolsillo porque el guindilla tenía malaje.  Mi padre contestó sin titubear, pero aprecié en su voz una sonoridad insólita.  ¿Lo notó el policía?  Si lo hizo, no lo demostró.  Se marchó y nunca más regresó, pero yo le vi muchas veces rondando por el barrio, y una última años más tarde.
            Ese domingo vino Damián a visitarnos, como de costumbre, con un brazo de gitano y una botella de Cointreau, y restó importancia a la ansiedad de mi padre.  Sólo cuando se disponía a salir preguntó, como de pasada:
            ─¿Qué aspecto tenía?
       ─¿Quién? ─ mi padre parecía atontado, hasta yo adiviné inmediatamente que preguntaba por el policía.
         ─ Ummm, no sé.  Alto, delgado pero fuerte, ojos pequeños, oscuros, negros, no marrones, semicerrados, como sospechando de todo y de todos, pelo negro, barbilla cuadrada y azulada, típica de los que tienen que afeitarse dos veces al día para mantener el aspecto aseado, con bigote, bueno ya sabes, uno de esos bigotitos ridículos que bordean el labio superior, habitual en los gerifaltes y los don nadie vanidosos.  Lucía sombrero y gabardina beis con el cuello levantado.  Ah, y un Faria apagado en la comisura de los labios.
            ─ Joder, Eliodoro, si llegas a fijarte bien en él me pintas su retrato.
            ─ Creo ─ zanjó mi padre, un tanto aturullado, disculpándose.
            ─ Ése es el chulo de la Criolla.  Un mal bicho.
            ─ Entonces no es policía ─ aventuré.
            ─ Sí, Alvarito, también es policía.
            ─ ¿Qué haces tú aquí? ─ mi padre lanzó un pescozón al aire ─ Arrea pa’dentro.


          Dámaso Ordoñez Nuñez, don Don como le llamaban a su espalda, se tenía por guapo, sólo había que verle caminar para comprender cuánto se quería.  Hasta un niño podía adivinarlo.  Pero más que por su hermosura, el éxito con las féminas se lo proporcionaba su empleo en el Cuerpo Superior de Policía, del que alardeaba en cualquier situación.  La placa y la falta de escrúpulos le habían permitido chulear a cinco mujeres entre el Barrio Chino y el Raval.  Éste y otros tejemanejes le ayudaban a redondear el salario.
            La Criolla había sido la única de sus pupilas que le abandonó.  Y don Don no perdonaba la traición.  No estaba prendado de ella, él estaba por encima de esas nimiedades, pero le habían humillado, traicionado y herido en su hombría.  Cómo perdonar semejante afrenta.  Si no era para él, no sería para ningún otro.  La odiaba tanto que la enchironaba sin motivo ni razón.  Toleraba que siguiera prostituyéndose pero, cuando se le antojaba, le propinaba una somanta palos y la apartaba por unos días de la calle.  Por intimidarla y para recordarle quién era él.  Pero la Criolla resistía, y esa obstinación le encabronaba más.   Ni amenazas, ni palizas, ni arrestos arbitrarios conseguían someterla.  Al contrario, los atropellos le proporcionaban el coraje necesario para resistir.  Pero si con ella nunca pudo, no ocurrió lo mismo con los hombres que se le acercaron.
            El primero, después de Dámaso, fue un chorizo de tres al cuarto que con el gracioso remoquete de Penigros, un pillastre con más hambre que oficio, había pasado la mitad de su corta vida entre rejas, y no dudó en poner pies en polvorosa cuando don Don le amenazó con cercenarle el alias si volvía a verlo con la Criolla.  Luego Paco, un electricista de Sants, que no aguantó ni dos hostias y que se cagó en los pantalones cuando le llevaron a la Vía Layetana acusado de actividades contra el Régimen. El tercer hombre que se acercó a Maruja fue un viejo estafador, el Roger quien, incapaz de enfrentarse a la nueva hornada de chorizos, más jóvenes, más duros y mucho más violentos, decidió jubilarse anticipadamente.  La Criolla le advirtió que nunca trabajaría para ningún hombre, pero Roger la convenció de que no quería vivir de ella, sino con ella.  Maruja rió con ganas, le contempló con ternura, le agarró del brazo y se lo llevó a la pensión.  Formaban una extraña pareja, pero cuando empezaban a quererse, comprenderse y soportarse sin reproches, don Don se cruzó en sus vidas.  El Roger, que tenía cuentas con la justicia, murió en la Modelo, donde Dámaso se ocupó de encerrarlo.
            El último de los amantes sería Damián, otro extremeño que llegó buscando una vida más digna.  En Villarta había dejado madre, hermanos y una medio novia, con la que únicamente había cruzado miradas y rubores, y que había previsto desposar cuando los sueños empezaran a cumplirse.  Pero los sueños y la realidad circulan por caminos divergentes.  Sus primeros pasos en Barcelona fueron dirigidos por sus paisanos, uno le recomendó la patrona, otro dónde buscar empleo, el tercero cómo moverse por la ciudad, algunos le prestaron unas perras, pero todos lo hicieron sin esperar nada a cambio.  Damián, además de terco, era espabilado y muy trabajador, inmediatamente encontró trabajo en la sección de pintura de la SEAT.  La vida le sonreía, tenía un buen jornal y pronto podría traerse a los suyos y cumplir su promesa.  Pero, siempre tiene que haber un pero.  Pero, decía, sus nuevos amigos pertenecían a la cáscara amarga.  Acudió a reuniones prohibidas y participó en asambleas ilegales.  Distribuyó ejemplares del Mundo Obrero, más por solidaridad que por compromiso, lanzó octavillas durante alguna reivindicación y sirvió de enlace entre células.  En un encargo menor conoció a la Criolla en la Cervecería Universidad, se la presentaron como compañera Virtudes.  Tuvieron varios encuentros antes de encamarse.  Su aventura levantó las iras de los camaradas y los celos don Don, aquellos porque conocían su relación con el policía y éste porque estaba decidido impedir la felicidad de la muchacha. 
Don Don, que descubrió la relación de los jóvenes casualmente, sometió a Damián a una vigilancia relajada pero metódica porque necesitaba encontrar un pretexto para ahuyentar al muchacho.  Sus investigaciones no ofrecieron resultado, el joven carecía de pasado, y en la fábrica de la Zona Franca nadie sospechaba que anduviera en malos pasos.  Su capataz llegó a calificarle, sin el menor rubor, como un desgraciado más.  Don Don no quedó satisfecho con las explicaciones del encargado, y perseveró.  Vis pacem para bellum era un latinajo aprendido quién sabe dónde, que el guindilla recitaba con deleite.  Aunque podía imputarle cualquier delito y encerrarlo una temporada no deseaba recurrir a las malas artes para librarse de él.  Dicen que la Fortuna sonríe a quienes la sigue y persigue.   Don Don encontró a Damián en animada conversación con un conocido activista en el bar Pastis, hizo mutis por el foro y anotó cuidadosamente el sorprendente evento.  Sin embargo, ni la llegada ni la salida precipitada del policía pasó desapercibida.  Damián y su acompañante fueron advertidos de inmediato, dieron por finalizada la reunión y pusieron en marcha los planes para desaparecer.   Damián se hallaba en posesión documentos que era necesario enviar al otro lado de los Pirineos y me utilizó para hacerlos llegar hasta la compañera Virtudes, la Criolla, porque ella sabría darles curso.  Si me eligió fue porque nadie iba a sospechar de un pipiolo.  


            Virtudes la Criolla no era argentina, ni uruguaya, ni chilena, ni americana siquiera.  Había nacido en Zafra, pero la apodaban la Criolla porque su madre le había contado que era la hija ilegítima de un americano que vino a hacer las Américas en España y regresó a su hacienda del Paraná cuando a los de aquí les dio por liarse a tiros.  Su padre verdadero había sido un tranviario gallego que huyo y se refugió en su aldea.  Vejada, abandonada, triste y en embarazadísima, la madre de la Criolla, regresó a Zafra, donde nació la niña en el otoño del treinta y seis.   Los abuelos pacenses no llegaron a conocer a su nieta, desaparecieron en la cuneta de la carretera de Llerena a finales del verano.   Madre e Hija regresaron a Barcelona durante los años del estraperlo.   La madre ejerció la prostitución para alimentar a la hija, y la hija porque no había conocido otro mundo.   Ninguna reconocía haber inventado la leyenda de la Criolla.  Sea como fuere, a las dos les gustaba el calificativo, porque, al llamarse igual, las diferenciaba, y así se llamaban la una a la otra: Virtudes y Criolla, Criolla y Virtudes.
            Siendo moza la Criolla, Virtudes, su madre, murió a consecuencia de una mala puñalada propinada por un cliente insatisfecho.  El alcahuete de la madre pretendió recogerla y protegerla, pero la muchacha se negó.  Ella no necesitaba ningún  chulo que la defendiera.
            ─Va usted a la mierda ─ le largó, ni corta ni perezosa, al proxeneta.
            El rufián levantó la mano para abofetearla, pero don Don le retuvo desde atrás.
            ─¿Ande vas?  Si la niña no quiere, no quiere.
            No hubo más.  Ni menos.  Don Don la arrastró con él, hasta que la Criolla se cansó de alimentarlo y le abandonó.  Una mañana se presentó en la comisaría de Conde del Asalto, ataviada con sus mejores galas, preguntó por Dámaso Ordóñez Núñez y cuando el policía, pasmado por su presencia y desfachatez, salió con aire amenazador, Virtudes le comunicó que se acabó lo que se daba, ante el asombro de los presentes.
            ─Y nunca mejor dicho ─ murmuró el guardia de guardia.



            Virtudes la Criolla, cosida a navajazos, apareció muerta en la puerta de uno de los tugurios que había frente a mi casa, que yo la vi.  Bueno, verla, verla,  lo que vi fue la sábana que cubría su cuerpo desmadejado, bajo la tela blanca se adivinaba su imposible postura.  Lo pude ver porque me colé entre las piernas de los curiosos.  Junto a ella, anotando algo en su bloc, estaba don Don, vistiendo el mismo gabán con el cuello levantado, el mismo sombrero y sosteniendo entre sus labios una colilla de Farias, mientras otro hombre, trajeado y de mirada distante, miraba y remiraba por debajo de la sábana, y tres policías uniformados se dedicaban a mantener alejados a los curiosos.  El cuerpo yacente permaneció allí hasta que vino el furgón de la morgue y se la llevó a Montjuïc.
            La policía, y muy particularmente Don Don, anduvo tras los pasos de Damián, pero nadie lo encontró.  Tampoco nosotros tuvimos noticias suyas durante mucho tiempo.   Le acusaron de la muerte de Virtudes, alias la Criolla, todas las pruebas indicaban que se trataba de un crimen pasional.  Y vaya si lo había sido, la muerta recibió noventa y tres puñaladas, y eso no se le hace a una persona si no hay rabia y rencor.  La portada de El Caso mostraba a toda página la fotografía de la sábana y un retrato de Damian sacado de su D.N.I. y, en el interior, seis páginas explicaban, con todo lujo de detalle, cómo había transcurrido el execrable crimen, las biografías de la muerta y del homicida, una entrevista con don Don exponiendo su teoría y sesudos análisis de reputados especialistas. 
La fotografía del DNI no hacía justicia a Damián, porque ya he dicho que Damián era un muchacho guapo, y si no lo he dicho, lo digo ahora, y así resultaba imposible reconocerlo.  Fuera porque no le buscaron con verdadera tenacidad, fuera porque no interesaba encontrarle, el caso es que nunca consiguieron atraparlo.  
            La última vez que me crucé con Damián fue en Villarta, habían transcurrido cinco años, y estaba casi tan irreconocible como en la fotografía de El Caso.  Vivía como un ermitaño en una casa ruinosa y no hablaba con nadie.  Solía pasear durante la noche por las calles oscuras, caminaba a zancadas y fumaba un cigarrillo tras otro, como desequilibrado.  Todos evitaban encontrarlo, apartándose de su camino, para no irritarlo.  Decían que había enloquecido porque una mala mujer le dio a beber una pócima que le nubló la razón.  Infundios, bulos, rumores, calumnias, patrañas, embustes, mentiras y más mentiras.  Damián enloqueció de impotencia y rabia.  Yo estaba asustado, porque decían que pegaba a la gente sin motivo ni razón.  Para aumentar mi zozobra, nos topamos de bruces en una calle solitaria y oscura y, antes de que pudiera huir ni decir esta boca es mía, me sujetó por el brazo, con firmeza pero sin brusquedad, no vi locura reflejada en su rostro, sólo lamento y súplica.  Acercó tanto su cara a la mía que pensé que el olor a tabaco me haría vomitar:
          ─No fui yo, Alvarito.  Yo no fui.
         Desapareció tan repentinamente como había aparecido y no pude reaccionar.  Nunca más le he vuelto a ver, jamás he tenido noticias suyas.  
A don Don si le volví a ver, apoyado en una farola y limpiándose las uñas con el filo de una navaja automática pero, para entonces, yo estudiaba en la universidad y me había olvidado de Virtudes la Criolla y de los años que viví en la calle de Arai.

martes, 6 de diciembre de 2011

Vagos y maleantes

Se está convirtiendo en un lugar común de la derecha europea, entre los empresarios y también entre los líderes de opinión españoles, la creencia de que los trabajadores del sur son vagos.  Pero, como todos los tópicos sobre naciones y personas, ésta es una mentira interesada, muy interesada.  Entre los del sur, y entre los del norte, existen vagos, maleantes, cumplidores, y honrados trabajadores, pero ninguna de esas características identifica a todo un país.
Sin embargo, a los empresarios les resulta más práctico hablar de granujas y aprovechados que admitir las pésimas condiciones laborales y los sueldos de miseria, rayanos en la esclavitud.  Y para su coro de aduladores también.  Porque reconocer lo contrario situaría el centro de la diana en los intereses espurios, de clase, y los perversos planes de cara a la anunciada reforma laboral.
Calificar de vagos a los trabajadores que durante los años sesenta y setenta realizaron los trabajos más peligrosos y precarios de la emergente Europa resulta, como mínimo, indecente.  Porque no fueron ni alemanes, ni belgas, ni franceses, ni holandeses quienes vinieron en trenes borregueros a recoger la uva, ni a trabajar en las minas de Aznalcóllar (¿alguien recuerda el desastre ecológico que produjo esta empresa de capital sueco?), ni las basuras de las calles de Madrid por sueldos de miseria, ni vivieron en barracones, ni se  concentraron en guetos.  No.  Los alemanes, los belgas, los franceses y los holandeses que llegaron durante esos años, lo hicieron con marcos, florines y francos para comprar ocio y descanso barato, parcelas junto al mar y residencias suntuosas a precios de saldo, mientras los trabajadores del sur, igual que en la próspera  Europa, les servían las bebidas heladas, les hacían la comida y limpiaban sus habitaciones de hotel.  
Esos mismos dirigentes europeos, que impusieron su modo de vida, la compra de sus manufacturas y servicios, el desmantelamiento de las industrias nacionales a los países del sur antes de admitirlos en su privilegiado club de ricos, se lamentan ahora porque los antiguos siervos imitan sus maneras, y a veces las superan. 
No.  Tampoco las jornadas laborales de los países del sur son más cortas, ni los trabajadores tienen más vacaciones, ni más días de libranza, ojalá contaran con las mismas condiciones laborales, sociales y económicas de quienes les critican.  Seguramente lo que molesta a los políticos norteños y a los empresarios del sur es la alegría que derrochan, porque, a pesar de las trabas y dificultades, no pierden la esperanza.
Los calvinistas creen que el favor de Dios se manifiesta en los bienes materiales que consiguen.  Los cristianos, pero sobre todo los cristianos del sur, no creen que las ganancias dependan de la voluntad del Creador, sino de la pagana diosa Fortuna, por eso no dedican su vida al trabajo, afortunadamente ellos saben cuándo y cómo divertirse.  Cantan, ríen y bailan aunque carezcan del mínimo imprescindible.  Tienen espíritu de cigarra, no de hormiga.  Y esa mísera felicidad levanta ampollas, ese jolgorio sureño frente a la adversidad, ese reírse de la propia pobreza resulta incomprensible para los sacrificados, cebados y orgullosos políticos norteños.  

lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Son necesarios los recortes en Sanidad?


Un hombre acude al centro de salud por una dolencia, el médico que le visita, después de la anamnesis y la exploración, diagnostica la enfermedad correctamente y prescribe, con la sola ayuda de su ciencia, el tratamiento adecuado, pero el paciente, que había leído en Internet que para el diagnóstico de su enfermedad precisaba de una ecogafría, no está de acuerdo con la actuación del médico y le denuncia por no recurrir a esa prueba.  En el juicio, todos los peritos consultados confirman lo acertado del diagnóstico y el tratamiento, y admiten que la ecografía únicamente corroboraría la pericia del médico; sin embargo, el juez dictamina contra el médico por no haberla solicitado.
Esa es la realidad de la sanidad pública, el médico carece de autoridad para tomar decisiones en su campo profesional, está sometido a los caprichos del paciente y de la justicia, y ese no parece el mejor camino para ahorrar.  Lo mismo ocurre en los centros hospitalarios.  En el caso de los pacientes dependientes, cuando el proceso motivo del ingreso ha sido solucionado y tiene el alta firmada, la salida del hospital depende de que se consiga plaza en un centro especializado o de que la familia decida llevárselo a casa.  En Urgencias es frecuenta realizar las pruebas necesarias y las que solicita el enfermo, no vaya a ser que.  Pacientes que llegan al centro por sus propios medios solicitan, y obtienen, ambulancias a cargo del erario público para regresar a sus domicilios, muchas veces con un chequeo completo y gratuito.
El abuso conlleva retraso en la atención y encarecimiento de los servicios, y la mejor forma de ahorrar no es el recorte, porque lo sufren más quienes más lo necesitan, sino la racionalización.  Si se dota al profesional de la autoridad suficiente para diferenciar lo necesario de lo superfluo legalmente, sería innecesario recortar un sólo céntimo de euro, la sanidad pública podría ser rentable y satisfactoria para las dos partes: pacientes y profesionales.  Aquello que el profesional considerara necesario podría continuar siendo gratuito, lo superfluo y caprichoso debería cobrársele al solicitante sin rebaja de ningún tipo.
Que quiere una ambulancia para regresar a casa y no la necesita: páguela.  Que quiere un TAC craneal innecesario: páguelo.  Que no puede llevarse a casa a su familiar dependiente porque no tiene tiempo de atenderlo: pague la hospitalización.  Que su proceso puede ser visto por el médico de cabecera unas horas después y usted no quiere esperar: páguelo.  Que quiere hacerse un chequeo completo: páguelo.
Terminando con los abusos se agilizará la atención y se abaratará la asistencia.  Si dedicamos los recursos a lo necesario, siempre decidido por un profesional, habrá para todos; por el contrario, si seguimos malgastando los recursos no habrá para nadie.  Pero, hasta ahora, la única solución que han encontrado los políticos es el recorte generalizado, tal vez porque no desean racionalizar el gasto sino privatizar la sanidad.  ¿Quién se atreverá a limitar el catálogo de servicios de la Sanidad a aquellos pacientes que los necesiten y realmente vayan a mejorar con su aplicación?  ¿Quién será capaz de ponerle el cascabel al gato?

sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Ei, cordero!

       Uno de los argumentos más repetidos por Rubalcaba, candidato del PSOE en las últimas elecciones, fue la existencia de un programa oculto del PP.  A pesar de que don Mariano sigue con su actitud de no abrir la boca para no empeorar las cosas, ni despertar a los electores de su letargo, empiezan a conocerse algunas de la medidas económicas que aplicará cuando asuma la presidencia del gobierno. Habrá recorte de sueldos y prestaciones, subidas generalizadas de impuestos indirectos, los que más afectan a los que menos tienen, y creación de nuevas tasas para combatir el déficit, calmar los mercados y contentar a los amigos.  Y quienes aguardaban esperanzados la llegada de la derecha para que terminara con la pesadilla del paro descubrirán lo abismal de su ingenuidad.  Vamos a pagar hasta por respirar.  
La única y principal virtud de los partidos ganadores ha consistido en presentarse como mansos corderos para que no desconfiáramos pero, una vez logrado el objetivo, se muestran como lobos hambrientos de reformas sociales.  No sólo en Cataluña, donde el Presidente Mas lleva tiempo recortado derechos a los ciudadanos, también en Castilla la Mancha, de la mano de la Sra. Cospedal segunda de a bordo del Presidente in pectore, la derecha empieza a mostrar sus garras.
Cabe preguntarse cómo es que los inversores privados están tan ávidos de hacerse con la parte del pastel que les van a regalar al principio de la ceremonia cuando, según todos los expertos, es un saco de pérdidas sin fondo.  ¿Será porque no lo es?  ¿Será porque otra vez el lobo ha vuelto a ponerse la piel de cordero encima?  Si la salud pública es tan deficitaria y su costo tan lesivo para el erario público, ¿cómo lo rentabilizarán los accionistas privados que se harán cargo de su gestión con gran regocijo y alborozo?  Si no fueran rentables no estarían luchando por esa porción del pastel tan golosa.  Y lo mismo pasa con la educación.
Por tanto, bueno sería que despertáramos del letargo, que nos preguntáramos quién está manejando los hilos de la economía y de la política de este país, y hacia dónde pretende llevarnos.  ¿Son sólo los dirigentes pólíticos, sean del partido que sean, los encargados de mantenernos en la inopia o nosotros también estamos contribuyendo a cavar nuestra propia fosa democrática por adoptar la postura del avestruz y haber enterrado la cabeza dentro de un agujero para conjurar el peligro?
Mañana podremos culpabilizar a los demás, pero hoy debemos plantearnos hasta qué punto hemos contribuido a alcanzar la actual situación.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Santos Inocentes

Ya empiezan a escucharse voces que piden un gobierno de tecnócratas para España.  La plutocracia que nos gobierna no está dispuesta a soportar los vaivenes y veleidades de los electores porque, a pesar de que los políticos actuales se hayan convertido en dóciles gestores, las elecciones pueden elevar a la presidencia del gobierno a líderes o partidos con el apoyo y valor suficiente como para anteponer los intereses generales a los particulares.
El hipotético gobierno de técnicos que se viene reclamando, y que ya está en funcionamiento en Atenas y Roma, ha demostrado en la empresa pública su ineficacia, porque precisamente han sido esos mismos economistas los que nos han llevado a la situación económica actual.  Su irresponsabilidad y su avaricia, no hay que olvidarlo, unidas a la falta de sensibilidad social han hundido la economía mundial para muchos años.  ¿Son esas las personas más capacitadas para rescatar la economía?  No.  Las mismas personas que han hundido el sistema no pueden reflotarlo, porque han hundido la parte del sistema que afecta a las clases más desfavorecidas, las clases con más poder adquisitivo, por contra, han aumentado sus beneficios, y porque continuarán con el expolio de las arcas comunes en caso de lograr sus objetivos.
La ignorancia generalizada y la despolitización a la que han sometido a la sociedad está empezando a dar sus frutos.  Han conseguido hacernos olvidar que la única fuerza de que disponemos los ciudadanos de a pie es la unidad.  El número creciente de indignados es lo único que temen, que ese número consiga la fuerza suficiente para tumbar las decisiones de los gestores marioneta.  Por eso hay que aumentar la confusión y la desinformación, hay que atemorizar a la población, hay que cambiar el sistema político, antes de que el sistema político pueda plantearse la reforma del sistema económico.  
Si después de la Segunda Guerra Mundial, con toda Europa arrasada, con una renta per capita muy inferior a la actual, se pusieron en marcha políticas sociales y económicas solidarias por qué ahora, con el hiperdesarrollo europeo, lo primero que se está poniendo en cuestión es el estado del bienestar construido en los peores años de la posguerra.  ¿Tendrá algo que ver con la situación actual la caída del muro de Berlín y el hundimiento del comunismo como sistema económico?
Seguramente la existencia de un único modelo económico impide entender que existen otras formas de enfrentar el problema de la crisis.  La dualidad que existió hasta finales del siglo XX hizo que el fiel de la balanza no se inclinara definitivamente hacia ninguno de los dos bandos.  Actualmente las voces discrepantes han sido silenciadas, apartadas de los medios de comunicación de masas, para impedir que la duda se instale en la sociedad y en los electores, para que todos caminemos silenciosos y unidos hacia el matadero.