¿Es el corralito chipriota un nuevo experimento sociológico?
El FMI, el BCE, pero sobre todo la sra. Merkel, han presionado al gobierno chipriota para aplicar esta vuelta de tuerca sobre la población, y no cabe la menor duda que, de la reacción de los isleños, dependerá el futuro de los países que pidan el rescate financiero.
Ni España, ni Italia pueden estar tranquilas frente al derrotero que está emprendiendo la economía europea. Hasta ahora se conformaba con recortar derechos sociales, en sanidad, educación y sueldos de los funcionarios pero, con la última vuelta de tuerca, la UE parece haber encontrado la manera más eficaz de cobrar los préstamos, retirar el dinero directamente de las cuentas corrientes de los particulares. El corralito financiero, que los economistas pensaban imposible en la zona euro, ya está aquí.
No se entiende por qué se ha inyectado más de un billón, con B de burros, de euros en los bancos durante los últimos cuatro años, para salvarlos de la quiebra, y ahora, por unos míseros 10.000 millones, entran a saco en los ahorros de los chipriotas y se los quitan directamente. ¿Será porque no tienen un sistema sanitario público? ¿Porque la enseñanza es privada? ¿Porque carecen prácticamente de funcionarios? Que contesten la Sra. Merkel, la Sra. Lagarde y el Sr. Draghi. Ellos deben conocer sobradamente los motivos. Ellos tres y los sociólogos y economistas que les han asesorado.
La sociedad tiene la impresión de que esta no es una crisis, sino la hora de hacer caja. Los grandes capitales han encontrado el momento oportuno para sacar beneficio a sus inversiones, y los políticos responden a la voz de su amo.
No hace falta saber mucho de economía para comprender que ésta se mueve cíclicamente entre la crecimiento y depresión, a una época alcista le sigue otra de declive. En la primera el capital invierte y en la segunda recoge beneficios. Así ha ocurrido en todas las épocas, y así ocurrirá cuando se supere la actual situación. Y siempre, en todos los momentos de depresión, muchas fortunas se han incrementado, algunas han permanecido igual y otras, pocas, han disminuido. El dinero, como la energía, ni se crea ni se destruye, sólo cambia de manos.
Lo realmente novedoso, y descorazonador, es que hasta el momento, siempre se habían respetado las leyes del mercado pero, sobre todo, había permanecido inamovible un derecho fundamental de la ética capitalista: el respeto a la propiedad privada. Con el corralito se vulnera ese principio fundamental. Si por motivos espúreos, un gobierno, o una institución supranacional, puede acceder a las cuentas corrientes de los ciudadanos y retirar el dinero que estime oportuno, se transgrede el derecho a la propiedad privada. A partir de aquí ya no será necesario crear nuevos impuestos y tributos, bastará con dictar una ley que legitime la retira de fondos de las cuentas corrientes de los ciudadanos. Un robo legal. Y legitimado por los gobernantes obedientes.
Tal vez, sólo tal vez, la Comunidad Económica Europea debería pensar en disolverse, aunque ni Merkel, ni Lagarde, ni Draghi estén de acuerdo.