Charlas en el cerrillo quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos interesados en la palabra escrita. Aquí tendrán cabida ideas, pensamientos, opiniones, anécdotas y relatos. Porque muchas veces las ideas más acertadas, los pensamientos más ingeniosos, las opiniones más certeras y las anécdotas más divertidas acaban perdiéndose por no tener un foro donde ponerse negro sobre blanco. También los relatos, cuando no se dispone de editor, terminan arrinconados en un cajón, razón por la cual muchas buenas historias jamás serán leídas.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Sie auch, frau Merkel?

La dimisión del Presidente Alemán, Cristian Wulff, por corrupción, indica bien a las claras el viejo precepto cristiano: quien esté limpio de pecado que tire la primera piedra. Y es que, lo alemanes, desde siempre, han sido muy dados a ver la paja en el ojo ajeno y muy ciego para ver la viga en el suyo propio. Por eso dan consejos y recetas para los de fuera que no practican en su casa.
La corrupción campa por sus respetos en todos los países del mundo porque quien tiene mucho quiere tener mucho más y, como quienes tienen mucho, son los que dominan las finanzas, y ahora también las políticas nacionales e internacionales, deciden qué deben hacer los que tienen poco o nada, que somos las mayoría de los humanos.
Así, Alemania, cuya economía domina en el Mercado Común Europeo, decide qué deben hacer los gobiernos de Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia de momento, luego ya se encargarán de imponer sus criterios al Reino Unido y Francia, quienes parecen haber olvidado que el abrazo del oso suele terminar con la espalda desgarrada.
¿Cómo puede pedir integridad y mano dura a los dirigentes italianos y griegos y reírle la reforma a don Marianico, el recorto, cuando la más alta institución alemana está tan corrompida como los políticos helenos?  Dice el dicho que la mujer del Cesar no sólo debe ser honrada, también parecerlo.  Y Alemania ni lo es, ni lo parece.  Sin embargo, los gobernantes europeos ven a doña Ángela, no como la matrona que nos va a meter a todos en cintura, en beneficio propio y del Deustlandbank, sino como la odalisca que va a traernos la bonanza económica, aunque para ello tengamos que pasar primero por el purgatorio, es sabido que nada se logra si esfuerzo.
Bruselas entrega a Grecia un segundo rescate de miles de millones que no deben gastar, sino que debe ser depositado en una cuenta blindada y utilizado para pagar los intereses de la deuda ¿?  ¿No sería mejor perdonársela? No, claro que no. Porque dárselo a Gracia en  condiciones tan lesivas es una forma encubierta de dárselo a la Banca Alemana, y algo también a la francesa, que son quienes más han invertido en el país heleno y tienen mayor capital en peligro, así el dinero retornará a sus verdaderos dueños: los bancos acreedores. De esa manera evitan que se le echen encima los pacíficos ciudadanos cansados ya de ver cómo el dinero común va a parar a manos de los usureros del mundo.
¿Por qué no poner el punto de mira impositivo en la economía encubierta, en la especulación, en las operaciones financieras desestabilizadoras?  Porque hemos caído en la trampa de creer que la recuperación depende de lo que logremos apretarnos el cinturón y no en la inversión y en la lucha contra la corrupción.  ¿Si la clase media sigue perdiendo poder adquisitivo quién va a comprar las manufacturas del primer mundo? Menuda guinda para el pastel, ¿eh, De Guindos?

Guiñoles

Astérix, el héroe francés por antonomasia, bebiendo su poción mágica
¿Por qué a la derecha española le molestan tanto las parodias?  El humor no es malo, sirve para despertar conciencias.  Los guiñoles de Canal+ Francia se burlan de unos éxitos deportivos que han levantado envidias y sospechas, pero convertir la "gracia" en una cuestión de Estado es poner la carreta delante de los bueyes.
No es de recibo suponer que todos los deportista de élite recurran a estimulantes para aumentar el rendimiento, pero han sido numerosos los atletas castigados por utilizar substancias dopantes, y nadie se ha rasgado las vestiduras. Hasta ahora.
El gobierno y sus medios afines han entrado al trapo, no sabemos si para desviar la atención sobre la polémica reforma laboral, de la crisis que parece no tener fondo o porque les preocupa la integridad moral del deporte español.  Sin embargo, esos mismos personajes que se rasgan las vestiduras porque las figuras deportivas nacionales son vilipendiadas al otro lado de los Pirineos se comportan ellos mismos como pésimas marionetas cuando, sin el mínimo pudor, leen extractos de un supuesto manual de Educación para la ciudadanía, aseguran que la reforma laboral perpetrada tiene la intención de acabar con las nefastas condiciones recibidas del franquismo, que ningún imbécil les va a bajar de su pedestal, acusan a la policía y a la judicatura de haber falsificado pruebas en la investigación de los atentados del 11 M, y otras muchas lindezas que, aunque las digan con seriedad, producen más miedo que cualquier sátira.
Los voceros de la derechona, con sus declaraciones, ponen en peligro la democracia misma y no sienten vergüenza, porque parece ser que pueden decir lo que les venga en gana, al fin y al cabo, España es suya.
Ver un muñeco de látex, con una jeringuilla en la mano, firmando produce sorpresa y cierta gracia, pero escuchar al Sr. Aznar Botella decir que esta reforma laboral “seguramente no resultará en una creación neta de puestos de trabajo en el corto plazo, pero sí que contribuirá a una renovación del mercado laboral, por la que un gran flujo de trabajadores saldrá del mismo y será reemplazado por otro más productivo. Naturalmente que esto no se hará sin traumas, pero a la larga nuestra economía se beneficiará”, produce indignación y rabia, porque ese señor lo ha tenido todo mucho más fácil en la vida, hasta las tonterías que dice tienen más eco que las de cualquier catedrático de economía y, sin embargo, tiene el descaro del iletrado porque nos avisa de que la reforma conlleva implícito el cambio de cromos: los trabajadores al paro y los parados a trabajar, eso sí, con menos sueldo y en condiciones laborales muchísimo más precarias. Deja la botella Aznar.

jueves, 16 de febrero de 2012

Primero fue el verbo

La reforma planteada por el Uno, Grande y Libre Partido Polular, tal y como se esperaba viene a profundizar en la Contrareforma emprendida por los conservadores españoles desde el mismo instante en que ocuparon el poder.
Acabar con el estado del bienestar parece ser la consigna a seguir entre los dirigentes autonómicos y los nacionales.  Las urnas les han otorgado el poder omnímodo para deshacer y no van a reprimir sus ansias; que las tenían desde que perdieron las elecciones del 2004 frente al PSOE de Zapatero, a quien siempre han acusado de haber alcanzado el poder gracias al terrorismo, nunca han admitido que tal vez, sólo tal vez, la culpa de esa derrota la tuvieran sus grandes errores, entre los que no es despreciable haber llevado al país a una guerra ilegal, la mala gestión del desastre del Prestige y las mentiras con las que quisieron convencernos de su inocencia y buen hacer.
Hace quince años, durante las legislaturas de Aznar, la situación económica era otra, no sólo la urdimbre empresarial estatal era grande y próspera, lo que permitió su reparto en ventajosas condiciones entre amigos y conocidos, también la burbuja inmobiliaria se inflaba a pleno pulmón, llenando las arcas del Estado artificialmente, lo que arrastró a muchos jóvenes al mercado laboral, a enrolarse en el barco de la construcción y de la expeculación como forma rápida, sencilla y segura de enriquecerse, y abandonando su formación académica como inversión de futuro. Sin embargo, hay un estamento que permanece anclado, no ya en la década anterior, si no en el siglo pasado: el empresarial.
España siempre ha carecido de un entramado empresarial fuerte y competitivo, que siempre ha escatimado recursos a la investigación (recordemos el autogiro y el ictineo) y, como los jóvenes de la década anterior, también espera que descubran los otros. Por regla general, los empresarios españoles, suelen ser malos gestores, indolentes y severos, viven casi exclusivamente de patentes foráneas, del ladrillo y del sector servicios, pero tienen usos y costumbres de grandes patrones y suspiraban por una legislación laboral que les dasatara las manos. Y éste gobierno ha llegado dispuesto a ayudarlos.
El abaratamiento del despido, según los especialistas y los ministros de Trabajo, Economía y Hacienda, no ayudará a la recuperación del empleo a corto plazo, es casi seguro que servirá para todo lo contrario.  La modificación en los artículos que afectan a los sindicatos y a la negociación colectiva representa una patada en el culo a los representantes de los trabajadores, y abre las puertas a la rebaja de salarios. El abaratamiento del despido improcedente también ayudará a los empresarios a librarse de trabajadores reivindicativos y molestos.
El mundo financiero ha demostrado que la desregularización y laxitud en las medidas de control y en las leyes nos ha llevado a una gran crisis, ha obrado exactamente en la dirección contraria de la que predicaban los economistas más liberales (o libertinos) partidarios de la libertad absoluta.  Es una falacia que el mercado, sea económico o laboral, se autoregule, sin embargo, esa patraña ha conseguido engañarnos y no son pocos los trabajadores por cuenta ajena que están de acuerdo con la reforma laboral propuesta por los conservadores.  Hasta donde sabemos, la falta de normas lleva el abuso de los más fuertes contra los más débiles.
Una gran duda nos asalta en esta tesitura: ¿Se recuperará alguno de los derechos que vamos a perder durante la legislatura?  Seguramente no.  ¿Será necesario regresar a las condiciones laborales del siglo XIX para que los trabajadores tomen conciencia que la única manera de conseguir mejoras resulta de la unión de sus fuerzas?  Esperemos que no. Si los ciudadanos de este país no empezemos a fiscalizar los actos de quienes no gobiernan,  a interesarnos por el bien común más que por el individual, apagamos la televisión y abandonamos el sofá para salir a la calle para reivindicar nuestros derechos, perderemos lo conquistado con grandes esfuerzos; si permanecemos impasibles y embobados el estado del bienestar no sobrevivirá, se lo llevará por delante la estafa que llaman crisis.  Un estado del bienestar, el nuestro, que no lo olvidemos, no tiene punto de comparación con el de los países europeos más desarrollados, los que nos exigen los recortes a los países más pobres de la eurozona (los llamados PIIGS), unos recortes que van a conducirnos, sin lugar a dudas, a una más profunda depresión, mientras sus bancos y sus especuladores se llenan los bolsillos.
La riqueza de unos pocos descansa sobre la miseria de muchos.

jueves, 9 de febrero de 2012

Justicia: ¿ciega o vengativa?

No.  No ha sido una sorpresa.  La condena al juez Garzón por las escuchas de la trama Gurtel ha sido sólo una demostración de lo que nos espera.  Hay cosas que son sagradas y una de ella es el respeto por las tradiciones, la otra la Iglesia.  
Un juez puede destrozar la vida de una persona que mata accidentalmente, de un chorizo que roba para comer, de un hombre que decide cambiar de esposa, de cualquier desgraciado que no tenga quien le defienda pero, ay, si el juez decide aplicar la ley a la cúpula dirigente, recobrar la memoria de los vencidos o recuperar el dinero público robado a manos llenas, recibe lo que se merece.  Poco importa que ese juez haya sido una estrella mediática y que sus logros profesionales hayan sido aplaudidos por medio mundo, si dispara contra todos los que infringen la ley termina creándose tantos enemigos que tarde o temprano acabará en la picota.  
Baltasar Garzón puede que haya cometido errores en la instrucción de la trama Gurtel y en la recuperación de la memoria histórica pero nunca habrían sido tan graves como para expulsarle de la carrera judicial. En este caso la Justicia ha obrado más por venganza que por aplicación de la norma. Dos semanas después de declarar no culpable al ex Presidente de la Comunidad Valenciana, se descuelgan con una condena al hombre que destapó una de las tramas corruptas más importantes desde la llegada de la democracia a éste país y trató de devolver la dignidad a los hijos de los cientos de muertos ajusticiados en las cunetas.
No es necesario recordar que la española, como la argentina, la chilena, la uruguaya y otras muchas dictaduras que la siguieron, fue una dictadura asesina, donde se mató y asesinó a personas inocentes, cuyos grandes delitos consistieron en ser pobres, incultos y no compartir las ideas de los amos.  Los asesinos, bendecidos por la Iglesia, dominaron la vida pública y privada durante cuarenta años y muchos de los dirigentes políticos, económicos y culturales actuales son hijos y nietos de los vencedores, no pocas fortunas actuales provienen de actos inconfesables y, en definitiva, la transición representó una válvula de escape para los vencedores, un punto y aparte de la historia, mientras que los vencidos se vieron obligados a asumir la derrota definitivamente.  
Ningún país puede superar un pasado siniestro sin enfrentarse a la ignominia.  Ningún país verdaderamente democrático envía sus máximos representantes institucionales y políticos al entierro de un viejo fascista.  No lo ha hecho Alemania, ni Argentina, ni Chile, ni Uruguay.  España si. España, dicen, es diferente.  Y tan diferente.  Seremos diferentes, pero el dictador murió en la cama, porque si continuara vivo seguiríamos bajo el yugo,
Garzón es la última víctima del franquismo y la primera del revisionismo histórico del uno, grande y libre Partido Popular.