Si. Ha sido la voluntad de todo un pueblo la que ha decido restar apoyo al candidato a la Presidencia de la Generalitat, Artur Mas. Porque no se trataba de un plebiscito sobre la independencia, un tema que debe tratarse en profundidad y con la tranquilidad de espíritu suficiente para aunar fuerzas en lugar de dividirlas, sino una convocatoria para renovar el Parlament, y así lo ha entendido la ciudadanía.
Al calor de la gran manifestación de la Diada, Artur Mas ha intentado convertirse en el líder que Cataluña necesita para independizarse, olvidándose de que los líderes nacen, no se hacen, menos en tres meses, y cuando nunca antes, ni tampoco después, ha apostado abiertamente por la independencia. Ha querido ocupar el espacio político que defienden ERC, y otros grupos menores, con mayor vehemencia y muchas más coherencia, desde hace mucho tiempo, y le ha salido el tiro por la culata.
Su adelanto de las elecciones, debido más al fracaso de su programa político y económico que al sobrevenido independentismo, ha configurado un Parlament donde los acuerdos serán más difíciles, porque la pérdida de escaños debilita al partido gobernante, quien, no lo olvidemos, ha sacado adelante los dos presupuestos (2011 y 2012), de la truncada legislatura, con el apoyo del PP, y porque ha reforzado a la oposición a la hora de negociar. Ha conseguido exactamente lo contrario de lo que deseaba: hacer ingobernable Cataluña.
Negociar un gobierno de coalición con el PP, en estos momentos y tal como han ido las cosas, es un suicidio político del candidato y del propio partido, cuyos militantes no comprendería que se apoyase, como ha venido haciendo, en quienes le negaron el pan y la sal. Hacerlo con ERC parece la solución más lógica pero, aparte el independentismo, pocos son los puntos de coincidencia, y ninguna de las formaciones parece, por el momento, muy dispuesta a renunciar a su programa político y económico, por otra parte, tan distanciados. CiU sigue pensando en que para atajar la crisis es necesario continuar con la política de austeridad y ERC cree que la crisis no deben pagarla únicamente los más débiles. La tercera fuerza en liza, el PSC, parece tan deshilvanado que, prestándose a hacer de comparsa acabaría por desaparecer totalmente del panorama político, no le quedan fuerzas ni carisma para discutir de tú a tú el programa de CiU, la suma de dos perdedores no da como resultado un vencedor. Los demás partidos carecen del número necesario de escaños para configurar una mayoría suficiente. Siempre puede gobernar en minoría, con acuerdos puntuales, como venía haciendo hasta la convocatoria de elecciones, pero para este viaje no eran necesarias tantas alforjas.
Un poco más de humildad en los tiempos que corren es recomendable para todos, más para los políticos. Las peleas de gallos son ilegales en el Estado español, las de los gallos políticos deberían serlo. Por un quítame allá esas pajas convocan elecciones, crispan el debate político, enfrentan al electorados y son incapaces de reconocer los propios errores.
Ahora la pregunta resulta evidente: ¿cuándo las próximas elecciones?