Charlas en el cerrillo quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos interesados en la palabra escrita. Aquí tendrán cabida ideas, pensamientos, opiniones, anécdotas y relatos. Porque muchas veces las ideas más acertadas, los pensamientos más ingeniosos, las opiniones más certeras y las anécdotas más divertidas acaban perdiéndose por no tener un foro donde ponerse negro sobre blanco. También los relatos, cuando no se dispone de editor, terminan arrinconados en un cajón, razón por la cual muchas buenas historias jamás serán leídas.

sábado, 7 de abril de 2012

El arbol que impide ver el bosque

Vaya por delante la condena a toda forma de violencia, venga de donde venga y tenga la forma que tenga.
La violencia desatada por los radicales está convirtiendo la huelga general del 29M en una simple anécdota. De hecho, los informativos y los análisis políticos inciden más en los actos de esos energúmenos que se suman a cualquier manifestación, ya sea de repulsa como la huelga o de alegría como las celebraciones de su equipo favorito, y aprovechan para destrozar el material urbano y los escaparates de comercios y bancos. Esa violencia gratuita ha sido muy bien aprovechada por los tertulianos de derechas para atacar no sólo la huelga, también a Cataluña y los catalanes, y para ridiculizar a los "Mossos" por no presentar batalla, porque ni la Policía ni la Guardia Civil hubieran permitido tales desmanes.
También el Conseller de Interior, señor Felip Puig, carga contra los violentos y quiere convertir los sucesos en una kale borroka catalana, estigmatizarlos y anularlos aumentando las penas de cárcel para este tipo de actos y, para justificar su argumento, comenta que la policía "siempre" está al lado de la justicia.  Como el señor Puig es joven, no debe haber leído que, a veces, la policía está del otro lado, y en este país ha ocurrido en alguna ocasión, basta acudir a las hemerotecas.
Pero, volviendo a lo fundamental, lo importante es el rechazo masivo a la política gubernamental de ajustes y recortes presupuestarios demostrada por las concentraciones pacíficas desarrolladas en muchas ciudades españolas. Ese rechazo, que los voceros de la derechona se empeñan en ocultar a los televidentes y radioyentes, fue masiva y pacífica. Si las noticias no hablan de un acontecimiento es que no ha existido, piensan los ciudadanos, y de esa política informativa tenemos muchos y variados ejemplos en las televisiones autonómicas de Cataluña, Madrid, Valencia y otras comunidades.  Al ocultar las evidencias pretenden engañarnos, pero se engañan mucho más ellos, porque la política del avestruz, escondiendo la cabeza en un agujero para espantar el problema, no lleva a ninguna parte.  Por eso, si el Gobierno se empeña en negar la evidencia de las concentraciones masivas, el voto de castigo en Asturias y Andalucía, y el malestar de los ciudadanos que ven disminuir sus derechos y sus ahorros, la actual situación puede derivar en un descontento más intenso y feroz que arrastre a un mayor número de personas hacia ese tipo de protesta excesiva.
Tal vez sea el momento de que ambas partes empiecen a tender puentes de diálogo fructífero. El gobierno y los manifestantes deben entender que el respeto mutuo es fundamental y que ninguno debe menospreciar al contrincante, pues de la repulsa y del ninguneo suele nacer la frustración y la violencia.  Y nadie desea que este país termine asemejándose a Grecia donde la violencia de los manifestantes y las fuerzas del orden ha terminado convirtiendo las calles de Atenas en un verdadero campo de batalla. Todavía estamos a tiempo de enderezar el rumbo, aunque mucho me temo que las posturas son tan divergentes que será arduo el esfuerzo para aproximarlas.  Y la búsqueda emprendida por el Ejecutivo de dinero a cualquier precio no es la senda más acertada. Ni lo es la amnistía fiscal, que permitirá aflorar el dinero negro, ni crear una isla de ilegalidad con la instalación de Eurovegas en nuestro país. Puede que la mejor iniciativa consista en estimular el empleo, la investigación y respetar las distintas idiosincrasias que conviven en España. De esta no vamos a salir si nos empeñamos en hacerlo rápidamente y ahondando las diferencias entre comunidades.

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