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viernes, 10 de mayo de 2013

Ley de Educación

¿Para cuándo un pacto de todas las fuerzas políticas y sociales que elabore una verdadera ley de educación?
Hasta ahora, cada cambio de inquilino en La Moncloa ha supuesto una nueva ley de educación, en cada caso más cercana a la ideología del partido de gobierno que a los intereses de los ciudadanos. Nuestros gobernantes, todos sin excepción, están más interesados en imponer su visión de la educación que en la educación propiamente dicha.
Que el fracaso, y el abandono escolar es un problema, un problema irresoluble, es de todos conocido, pero no dejará de serlo porque se cambie una ley mala por otra peor. Por el momento, nuestro dirigentes siguen pensando que la excelencia educativa consiste en aumentar el número de niños escolarizados, y parece importarles poco la calidad de la educación. Calidad que desciende año tras año. Lo principal no es el número de adolescentes que obtienen el diploma de grado medio, porque cada año aumenta el número de analfabetos funcionales, cantidad y calidad no son sinónimos.
No. Jamás todos los niños han servido para estudiar una carrera universitaria, ni siquiera el bachillerato, unos porque no quieren y otros porque no son capaces. Tampoco todos es necesario que todos obtengan un título, son muchos los ciudadanos que no lo obtuvieron jamás por falta de medios u oportunidades, y son unos excelentes obreros manuales. Por lo tanto, bajar el listón de las exigencias, para que niños y adolescentes consigan un diploma, que nuestros políticos puedan mostrar frente a los organismos europeos, sólo redunda en mayores perjuicios para nuestros educandos.
Algunos profesores universitarios ya han dado la voz de alarma sobre la deficiente preparación de los alumnos que llegan a sus aulas, según ellos, son muchos los jóvenes universitarios que desconocen las reglas más básicas de la gramática y de la ortografía española, y no precisamente en las CC.AA. con lengua propia, como podría esperarse. Ese es un mal que se produce en todas las facultades del País.
¿A quién le interesa este estado de cosas?
Por supuesto a los dos grandes partidos, pero también a las demás formaciones políticas, cuanto más inculto sea el ciudadano, más manipulable resulta. Las personas, hoy, se informan fundamentalmente a través de las televisiones, menos por la radio y nada, o prácticamente nada por los periódicos, razón por la cual tienen poca o ninguna capacidad de análisis y se mueven en función de sus propios intereses. 
Un ejemplo: el accidente de metro ocurrido en Valencia poco antes de la visita del Papa Benedicto XVI. La información a la ciudadanía se ocultó, la investigación supuestamente se manipuló, y sólo los familiares cercanos y amigos perseguían una información que se les negaba.
Bastó un programa de TV, denunciando lo ocurrido, para que, la plaza en la que se concentraban mensualmente apenas unas decenas de familiares, se llenara a rebosar. ¿Estaban los nuevos indignados mejor informados? Seguramente no. Sólo muchísimo más molestos cuando descubrieron la manipulación sufrida anteriormente.
El conocimiento nos hace libres. Por lo mismo ninguno de los partidos con posibilidad de gobierno va a intentar diseñar un plan educativo nacional aceptable y aceptado. Son preferibles los ciudadanos indocumentados y manipulables políticamente. Es mejor una juventud inculta y adocenada, que ciudadanos libres y responsables, porque las personas con menor formación académica suelen ser los más proclives a votar a partidos de centro derecha, pues son estos los que siempre prometen lo contrario de lo que piensan hacer.

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