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jueves, 28 de marzo de 2013

Escrache

No entiendo por qué los políticos, sean de PP, PSOE, o UPyD, se muestran tan indignados por la persecución a la que les somete la PAH. Hasta ahora nadie les había pedido explicaciones sobre su comportamiento en el Congreso de los Diputados, nunca antes los administrados habían presionado a sus representantes políticos para que legislaran en una dirección determinada, bueno, si, lo hacían los lobbys. Los poderosos siempre han tenido muy fácil acceso a "nuestros" representantes, y les han convencido sin demasiada dificultad para plegarse a sus intereses, generalmente contrarios a los de la mayoría. Tampoco se han mostrado muy remisos, los políticos decía, a aceptar los privilegios del cargo. ¿Cuántos han renunciado a la pensión vitalicia a la que tienen derecho tras 7 años en el Congreso? ¿Cuántos a los viajes en preferente? ¿Cuántos a las dietas, aún cuando tengan varios apartamentos en la capital del Reino? Sin embargo, ahora, cuando los ciudadanos les señalan con el dedo, no dudan en denunciarlo ante los tribunales.
Hay que estar a las duras y a las maduras, señores Diputados. 
El escrache, nombre que la PAH ha tomado prestado de las movilizaciones contra los amnistiados de la dictadura Argentina, salvando todas las distancias, y mientras no se les vaya de las manos y desemboque en violencia, es tan democrático como cualquier otra acción popular que denuncie las arbitrariedades y la mala praxis política, cuando la haya, por supuesto. 
¿Qué decir del incumplimiento sistemático de las promesas electorales? ¿Qué de los decretos ley que alteran leyes fundamentales que ni tan siquiera aparecían en los programas? ¿Qué de hacer lo contrario de lo que desearían porque lo manda la CE?  En manos de los ciudadanos sólo quedaba, hasta ahora, la protesta y el pataleo que nadie tomaba en consideración.
Comparar la campaña Stop Desahucios con la Kale Borroka y calificar a Ada Colau como pro etarra, como ha hecho la Delegada del Gobierno en Madrid, Sra. Cifuentes, es sacar las cosas de madre y un burdo intento de criminalizar a la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, esta no es una campaña contra el partido de gobierno, sino para hacer llegar a los Diputados el sentir general de los españoles en un tema tan candente como el de los desahucios. El ciudadano tiene todo el derecho del mundo a defenderse contra las arbitrariedades del poder. Si el PP se enroca en la defensa de la Banca y sigue castigando a los ciudadanos con quitas a las preferentes de hasta el 70%, recortes sociales, subidas de impuestos, reformas laborales y decretos ley para dificultar el acceso al subsidio de paro y a la jubilación, ¿qué espera? ¿Aplausos? Lo mínimo que les puede ocurrir es que les señalen por la calle, que sus vecinos y paisanos descubran que ese señor tan amable, que le hace carantoñas al bebé cuando sube en el ascensor, que regala puros sin haber casado a ningún hijo, que viste traje y corbata incluso en plena canícula, es el mismo que, sentado en su escaño, vota lo que le ordenan sin pestañear y sin cuestionarse si será bueno o malo, para quienes le han votado porque para todos los demás, ya lo dijo la hija de... Fabra, que se jodan. 
Confundirse con la multitud les ha salvado, hasta el presente, de ser abucheados en más de una ocasión, pero el anonimato se está acabando y eso les pone nerviosos. Les puede pasar como a los actores principales de éste melodrama, que sean reconocidos allá donde vayan y que las personas con las que coincidan, sus votantes, no lo olvidemos, les pidan explicaciones sobre las decisiones más polémicas. A eso no están acostumbrados, ni siquiera el Presidente del Gobierno, Sr. Rajoy, se atreve a someterse a una rueda de prensa, por miedo a perder los papeles. Lo normal es que los diputados, autonómicos y nacionales, entren y salgan de los mismos lugares que cualquiera de nosotros, simples mortales, frecuentamos y no tengan que enfrentarse a interrogatorios inoportunos, a abucheos por su mala gestión, ni a descalificaciones por visionar vídeos, o descargar juegos on-line, con la tablet que le han proporcionado nuestros impuestos.
El escrache, mientras sepa controlar a los más impulsivos y no desemboque en violencia, es una opción ciudadana más. Quien no quiera ser señalado como político, la carrera más desprestigiada desde hace años, que se dedique a la empresa privada a tiempo completo, compatibilizarla con lo público es lo que han venido haciendo, y así no ha ido.

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