Charlas en el cerrillo quiere ser un lugar de encuentro para todos aquellos interesados en la palabra escrita. Aquí tendrán cabida ideas, pensamientos, opiniones, anécdotas y relatos. Porque muchas veces las ideas más acertadas, los pensamientos más ingeniosos, las opiniones más certeras y las anécdotas más divertidas acaban perdiéndose por no tener un foro donde ponerse negro sobre blanco. También los relatos, cuando no se dispone de editor, terminan arrinconados en un cajón, razón por la cual muchas buenas historias jamás serán leídas.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Yo también estuve allí

Ahora estamos en la guerra de cifras, pero ayer, si no en la huelga, difícil de comprobar, aunque Cañete, tan locuaz como siempre, dijo haber contados los de su ministerio uno a uno, por lo menos en las concentraciones de la tarde hubo muchas, muchísimas personas. Como soy de letras, no apunto ningún número, no me vaya a pasar como al Govern Catalá, que en la Diada aventuró una cifra para un Passeig de Gràcia lleno y hoy la rebaja en varios cientos de miles. Pero sí, hubo muchos asistentes, muchas familias paseando su indignación, muchos colectivos diferentes gritando sus reivindiciones, muchas personas indignadas con la política económica que nos marcan desde Berlín, Bruselas, Madrid o Barcelona, lo mismo da, que da lo mismo. 
Lo cierto es que, cada vez más, el ciudadano de a pie, el que sufre los recortes está más molesto, no sólo porque no le ve salida a la crisis, si no porque, además, está cansado de quienes nos han llevado a esta situación están sacando provecho.
Durante la crisis de 1929 eran los banqueros y los especuladores los que saltaban por la ventana para poner fin a sus días porque no encontraban soluciones, en la crisis actual los desesperados, los que nada tienen, son los que se precipitan contra el asfalto. Al contrario del capital, que aprende de sus errores, los pueblos parecen condenados a repetirlos una vez y otra . Más si los gobiernos, y los gobernantes, se inclinan hacia el lado de los fuertes, que es lo que está ocurriendo ahora.
Mientras los más desfavorecidos saltan por la ventana, incapaces de solucionar sus problemas económicos, los partidos de izquierda, si quedan, parecen aletargados y, mientras se lamen sus heridas, siguen sin reaccionar. Un viejo sindicalista me dijo ayer, durante la marcha, que daba igual si gobierna el PP o el PSOE, la política seguirá siendo la misma, porque viene marcada desde Europa. 
Por eso mismo, desde la izquierda, toda la izquierda, debería empezar a plantearse un movimiento social que englobe a todos los colectivos que piensan que otro mundo es posible, no para enfrentarse a Europa, sino para hacer cambiar el paso a las autoridades europeas. Va siendo hora ya de dejar de mirarse el propio ombligo y buscar a quienes, lo mismo que nosotros, piensan que aún estamos a tiempo de salvar los muebles. Vamos a unir fuerzas en lugar de dividirlas. 
Ya, ya sé que eso de unir se entiende mal en este momento. Pero la única manera de recuperar el control de la economía es un gran pacto de izquierdas que devuelva la soberanía al pueblo. Que no sean los bancos, nacionales o extranjeros, quienes dicten las políticas económicas a seguir. 
Este pensamiento puede sonar casposo y trasnochado, superado por la  modernidad, pero qué si no están reclamando los diferentes colectivos de indignados.

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